Desparramados en cientos de poblados y caseríos de la Puna, la
quebrada de Humahuaca y parte de los Valles Calchaquíes, a principios
del siglo XX se desarrolla una nueva etnia: los Collas, síntesis de
Diaguitas, Omaguacas, Apatamas, grupos de origen Quechua y Aimará
procedentes de Bolivia, cuantitativamente más numerosos y parte de la
masa mestiza no integrada en
los centros urbanos.
Perdieron su organización comunitaria original y su núcleo, la
familia extensa; tecnología sustantivas como la cerámica fueron
expulsadas de la memoria colectiva; su religión fue penetrada por el
catolicismo; ya no visten como antes, salvo en poncho y ojotas y tampoco
cazan.
Sin embargo, los collas son los auténticos portadores de la
tradicional forma de vida andina, a través del mantenimiento de muchos
patrones culturales como la economía pastoril de altura, y agrícola de
papa y maíz; la recolección de algarroba y sal; la construcción de
viviendas; la medicina tradicional y las técnicas de adivinación; los
instrumentos musicales erques, quenas, pinkullo, sikus y cajas; el culto a la Pachamama e innumerables creencias, rituales y practicas sociales.
La invasión de los Incas hacia fines del siglo XV, comenzó la
aculturación de los pueblos nativos del noroeste argentino. Instalaron
sus tradicionales estructuras de asentamientos: tambos y pucarás,
e introdujeron la lengua quechua que estaba tan generalizada en tiempos
de la colonia que la Declaración de la Independencia argentina fue
también redactada y publicada en quechua.
A mediados del siglo XVI, llegan los españoles que completaron el proceso con la implementación de la encomienda y el destierro.
La cultura colla resultante no es estrictamente indígena sino
mestiza, lo cual de todas maneras nos permite ubicarla en el campo
aborigen, no sólo por su historia cultural sino por su inserción en el
contexto regional y nacional.
En la actualidad ocupan territorios en las provincias de Jujuy y
Salta. No tienen tierra propia. Algunos ocupan tierras fiscales sin
títulos o como arrendatarios y cuidadores de ganado ajeno. Otros viven
en las villas periféricas de las ciudades.
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